Desde antes que la industria gastronómica puertorriqueña comenzara su desarrollo, existían los populares kioskos de comida rápida, que servían para saciar el apetito de los viajeros que paraban a los costados de la carretera, los que pasaban sus días en la costa o aquellos que pasaban caminando en algún punto neurálgico de la capital.

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Los kioskos son establecimientos modestos, que sirven casi todo lo que tiene la cocina popular del país. Es común ver que aparecen montones de estos locales cuando hay festivales, aunque hay zonas que se caracterizan por estar plagadas de ellos, como la Carretera 3, al frente de la Playa Monserrate de Luqillo y la Carretera 187 de Piñones, al este de San Juan.

Como pasa siempre con este tipo de comercio semi formal, los locatarios van sólo cuando hay gente, y abren cuando lo estiman conveniente, a veces ciertos días de semana, otras veces sólo una vez a la semana, aunque hay algunos que se dan el trabajo de abrir todos los días ya que cuentan con suficiente flujo de gente para servir.

Algunas de las cosas que la gente más pide en estos locales, es el agua de coco, bacalaitos fritos y rebozados y alcapurrias, que son hechas con yautía y plátano verde rallado. Hay varias mazamorras fritas que se venden con éxito por esos lados, como las croquetas de pescado, los surullitos y tostones. Imagino que la gente que los pide no debe pasar pensando en la dieta, como lo típico de todas las vacaciones, que se asume desde antes de partir la subida de algunos kilos.

Lo importante es que, lujosos o modestos, los restaurantes de Puerto Rico, sean estos establecidos o callejeros, sirven con estilo. La comida criolla es original, con mezcla de sabores, ingredientes y tradiciones de los antiguos habitantes de la isla.

Foto: Flickr

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