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España ya estaba asentada en Puerto Rico. Ya teniamos nombre para la isla, escudo, himno nacional, y “revolucionario”, bandera y otros símbolos patrios, cuando llegaron los Estados Unidos a distorsionar todo lo que ya estaba establecido. Suspiros para unos, lágrimas para otros, mientras el pueblo observaba como descendía lentamente aquella bandera española, que había estado enclavada en nuestra tierra durante siglos. Descendía con la cálida brisa tropical y subía aquella extraña y desconocida bandera norteamericana quienes todos veian ascender con incertidumbre y resquemor.

Aquí se nos parte la vida en dos; un nuevo comienzo, un nuevo estilo de gobierno y una nueva cultura foránea. No había comunicación posible con aquellos sargentos y comandantes que marchaban por toda la Isla diciendo palabras que nadie entendía.

Pero aun así nosotros, los puertorriqueños nos hemos mantenido firmes y aún seguimos manteniendo nuestra lengua: el Español. Nos resistimos a aceptar una lengua tan disímil a la nuestra. Por eso utilizamos los términos ingleses en la desinencia española. Asi, `surfeamos’, `hangueamos’, `badtripeamos’, etc… Por esto somos estudiados por todas las prestigiosas escuelas lingûísticas del mundo.

Cien años de bombardeo y un idioma que se niega morir en nuestro corazón. Por esto y mucho más España otorgó el premio Príncipe de Asturias a todos los ciudadanos puertorriqueños, premio que nosotros aceptamos orgullosos porque aunque estemos asociados con Estados Unidos seguimos siendo puertorriqueños y nuestro idioma es el Español.

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